Holanda, donde bien morir es cotidiano
El holandés Mark Langedijk tenía 41 años cuando pidió la eutanasia, en julio de 2016.
En la plenitud de su vida era alcohólico, padecía depresión y un trastorno de ansiedad. Divorciado y con dos hijos pequeños, había entrado y salido de 21 clínicas de desintoxicación en un intento de superar sus problemas. Murió en su casa. Estuvo acompañado por sus padres, sus hermanos, un primo y su mejor amigo, un párroco.